domingo, 14 de diciembre de 2014

Entrevista a Nicolás Xamardo



Nicolás Xamardo, un profesor comprometido
“La sanción más gorda que ha habido en esta universidad me la pusieron a mí”
La puerta de su despacho, repleta de noticias, es toda una declaración de intenciones. Dentro, rodeado de libros, Nicolás Xamardo nos recibe con una tranquilidad que a lo largo de la conversación desaparece para dejar paso a su carácter apasionado.
Estudió Filología en Santiago de Compostela. Influenciado por Mayo del 68, decidió irse a vivir a París en 1972, donde se empapó del pensamiento estructuralista. Dos años después entró como ayudante de lingüística literaria en el Colegio Universitario de Vitoria y cuando éste se convirtió en facultad se le impidió pasar por su ideología. Aunque consiguió alargar su beca un año, decidió dejarlo tras lograr una plaza en la Facultad de Periodismo de Vizcaya.
- ¿Qué papel debe tener la universidad en estos tiempos de crisis?
Debería ser mucho más crítica, pero no lo será. Las desigualdades cada vez se incrementan más, así que o se corrige el sistema, que yo no creo, o habrá protestas. Eso es bueno, que la gente le diga a todos esos ladrones y toda esa gentuza que hasta ahora eran los biempensantes “esa política no nos interesa”. Lo digo con cariño, pero la mitad de nuestros compañeros no se han enterado nunca de la fiesta, son unos obedientes. Entran en la universidad y claro, es un trabajo cómodo, no pintas nada pero tienes un cierto prestigio y vendes el alma al diablo, joder.
No se puede esperar nada de la institución, tiene que venir de fuera. No se puede esperar que el PP se regenere desde dentro, hay que echarlos de ahí y a nosotros igual. Algún día vendrán los estudiantes y nos pondrán contra la picota. Yo seguramente no estaré aquí, pero será así.
Al preguntarle si un profesor debe mostrarse comprometido socialmente ante sus alumnos Nicolás asegura que no puede ser de otra manera. “Es ver una injusticia y no puedo”, añade. Tal y como él explica ahora ha vuelto a meterse en otro fregao porque “el decano dice que no pueden estudiar presos en esta facultad”.
-No es la primera vez que te trae problemas el tema de los presos.
Los señores del ABC… En aquel momento Aznar decidió que los presos no podían estudiar. Las razones eran políticas, no académicas. Fuimos a hablar con el juez que se encargaba de los presos políticos y él nos concedió el permiso y nosotros, como otra gente de otras facultades, comenzamos a  visitarles. Lógicamente comisionados por la universidad. Nos desplazábamos en coche y cuando llegabas había unas facturas del viaje, justificado todo. Si hubieran podido me hubieran emplumado.
- Parece que no es fácil estar comprometido y mantener el puesto
Te la juegas. La sanción más gorda como funcionario que ha habido en esta universidad me la pusieron a mí por ser solidario con los compañeros. La ley no permitía el contrato laboral y si fuera los hay, ¿por qué aquí no? Pues me expulsaron siendo decanos estos personajes progresistas de la facultad. Estaba expulsado cuando solucionamos el tema con el rectorado pero habían anulado mi plaza y cuando quieres volver ¿adónde vas? Esto te lleva a comprometerte.
Con la misma calma con la que nos recibió, Nicolás se levanta para despedirnos y añade sonriendo “Decían que nunca iba a ser  profesor de esta universidad. Pues ya ves lo que valen las leyes; si estás convencido, poco, si tienes miedo, mucho”.

viernes, 12 de diciembre de 2014

¿Cúanto vale tu tiempo?

Últimamente ando interesado en el trabajo. Concretamente, en trabajar menos, lo mínimo. ¿Por qué trabajar ocho horas al día (aunque en la práctica, en un puesto de trabajo acostumbran a ser más)?¿Cúanto tiempo de ocio nos deja una jornada laboral tan larga si tenemos en cuenta desplazamientos, comidas, tiempo para dormir...?¿Queremos vivir para trabajar? Creo que deberíamos replantearnos el asunto del trabajo entre todos, colectivamente. Producimos mucho más de lo que necesitamos para vivir. Incluso más de lo que somos capaces de consumir. Y para colmo, con todo el excedente de producción que tenemos, repartimos tan mal que gran parte de la población no tiene lo básico.

Por si a alguien más le pica la curiosidad, he encontrado un par de libros que profundizan en esta idea. El primero, La abolición del trabajo de Bob Black, al que todavía no le he echado el guante pero que promete bastante. El otro, El derecho a la pereza de Paul Lafargue, que a pesar de tener unos cuantos años ya, desarrolla muchas cuestiones que están de plena actualidad (¿Por qué a pesar de los avances tecnológicos y las mejoras en la producción no sólo no trabajamos menos si no que las jornadas laborales se alargan?) y cuestiona las bondades del trabajo de manera implacable. Por último, este programa de Fort Apache sobre la renta básica y el trabajo garantizado también desarrolla y aporta ideas sobre qué hacer con todo este lío del empleo. Me han resultado especialmente interesantes las intervenciones de Jorge Moruno, en las que diferencia trabajo o actividad de empleo y en las que define el tiempo como "una propiedad común" y por tanto "en disputa política".